SITIOS DE INTERÉS
ESCUELA SIMÓN BOLIVAR
ESCUELA SIMÓN BOLIVAR
PANORAMA
La zona media de la vereda el paisaje está representado por matorrales nativos y parches con erosión severa. Por esta zona es atravesada por la vía que comunica a Cucaita con Tunja y sobre la cual se presenta desprendimiento de material rocoso. En pendientes que van desde los 30° a los 60°.
La zona media de la vereda el paisaje está representado por matorrales nativos y parches con erosión severa. Por esta zona es atravesada por la vía que comunica a Cucaita con Tunja y sobre la cual se presenta desprendimiento de material rocoso. En pendientes que van desde los 30° a los 60°.
En la zona baja de la vereda, los suelos predominantes son arcillosos y arenosos y en la parte alta presentan tendencia de suelos francos. El uso del suelo esta acondicionado para cultivar cebolla cabezona, plantaciones de pino, acacia y eucalipto, y sectores con erosión alta.
En la zona media de la vereda el suelo se emplea en cultivos de papa, arveja y suelos de pastoreo de ovejas y ganado vacuno. Además se observan algunos relictos de matorrales nativos. Se observan parches con erosión. En la zona alta de la vereda los suelos son utilizados para cultivo de la papa, matorrales nativos y cultivos forestales.
Las vías presentes en la vereda le permiten comunicarse con los diferentes sectores rurales y casco urbano.
LIMITES
Ubicada en el sector nororiental del municipio de Cucaita. Limita por el norte con el municipio de Sora, por el oriente con el municipio de Tunja, al sur con la vereda Escalones y casco urbano, al occidente con la vereda centro.
SITIOS DE INTERES.
CUENTO DE LAS CALAVERAS
En la parte plana ubicada entre la Peña Parida y el camino antiguo que comunicaba a Sora, existía posiblemente un cementerio indígena. El sitio es agradable y abrigado porque esta protegido del viento que detiene las lomas de la Cuesta y de Sora. En el centro abundan protuberantes barrancos en cuyas crestas crecen motuas y pencos. Un buen día soledad Otálora hoy monja Marta Leonor iba caminando hacia la finca que Arístides Otálora su padre tenia muy cerca de la vieja habitación de Cruz Muñoz y en dirección de la que fuera casa de Fulgencio García vio cerca de un barbecho que unos huesos reverberan a la candente luz solar. La joven muchacha en compañía de su hermana Adelaida hoy monja de claustro de nombre Sor Ana Rosa se detuvo ante semejante fenómeno. Inquieta y curiosa se acercó con timidez pero con arriesgada decisión hacia el lugar. Con una varita que desgajó de un sauce escarbo la tierra y lentamente iba apareciendo nítidas y limpias varias calaveras humanas como si la hubiesen depositado en montón. Con mas sorpresa que emoción llamo a su hermana quien acudió rápidamente ante sus excitantes gritos. Se acercaron y vieron el reguero de calaveras de adultos humanos. Los dientes brillaban ante los destellos solares. El motivo del viaje a la finca: cortar y traer manojos de avena para las ovejas y conejos quedó inconcluso por la labor de limpieza de las calaveras. Había que quitarles la tierra de los orificios para poderlas levantar. A las chicas les entro cierto grado de avaricia y deseo de riqueza. Se preguntaron ¿no será que debajo de estos huesos hay una guaca pues se contaba que a los indios los enterraban con ollas, joyas y fiambres? Levantaron con precaución las calaveras y escarbaron con una hoz un poco más profundo, pero no encontraron nada. Guardaron silencio. Taparon el hueco y se propusieron venir de noche a buscar el tesoro. Soledad cargo las calaveras en un costal para su casa. No había que contar nada a nadie, ni dejar señales en aquel sitio posiblemente encantado. Las muchachas llegaron a casa sin pasto pero con el costal lleno de huesos. María Gil, su madre, las recibió con malicia, y se preguntaba interiormente el porqué habían regresado sin la avena para los animales domésticos. Soledad escodio el costal dentro de una pila de tamo y esperó que llegara la noche para salir en busca del codiciado tesoro. El cansancio y la angustia fueron más fuertes que la vigilia y cayó sobre su cama profundamente dormida. En sus sueños pensaba no tanto en la riqueza que podría obtener sino en el espanto que esas calaveras podrían causar a los niños del pueblo. Se los imaginaba viendo emerger siluetas blancas como de ángeles que se esfumaban en el espacio. Al día siguiente, María al sacar una brazada de tamo para alimentar el burro cenizo, encontró el costal de calaveras, Sorprendida tomo a Soledad de un brazo y obligó a llevar esos huesos a su pertinente lugar: el cementerio. Soledad, triste y pensativa cargó su costal y al pasar por el campo santo lo lanzó por sobre la pared para que aquellos huesos durmieran el sueño de los justos. La leyenda sigue igual, si desea ser rico vaya a las doce de la noche y empice a cavar. No olvide que las figuras blancas de seres humanos en ese instante le pueden llegar.